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Aún más: Marzo de 2021

¿Qué hacemos con nuestros sentimientos negativos?

Personal de Ministerios En Contacto 1 de marzo de 2021

Cada mes, tres miembros del personal de Ministerios En Contacto responden a un extracto de las enseñanzas del Dr. Stanley. Para esta ronda, Jamie A. Hughes, Sandy Feit y John VandenOever conversaron en nuestro canal de comunicación del ministerio sobre el papel que juegan las emociones en nuestras vidas como cristianos. ¿Qué utilidad tienen? ¿Qué hacemos cuando los sentimientos negativos parecen abarcarlo todo? El extracto de la conversación de este mes proviene del libro del Dr. Stanley Finding Peace: God's Promise of a Life Free from Regret, Anxiety, and Fear. (En busca de paz: Promesas de Dios para una vida libre de remordimiento, preocupación y temor)

Ahora bien, la ansiedad, el pánico y el miedo son respuestas humanas normales a accidentes, tragedias, crisis, situaciones de profundo desasosiego o malas noticias que llegan repentinamente. Estas respuestas son casi instintivas. Son automáticas. No hay culpa en sentir estas emociones. Son parte del sistema incorporado de advertencia divina para nosotros que nos permite actuar para buscar protección o la preservación de la vida. Son como una reacción “lucha o huye” ante lo que percibimos nos está amenazando. Toda persona siente en ocasiones momentos de preocupación, pánico o temor.

El error llega cuando aceptamos estas emociones, ya sea con los brazos abiertos o de mala gana, y permitimos que se queden y encuentren gradualmente un lugar de apoyo en nuestros corazones. Si hacemos eso, estas emociones se vuelven crónicas o de larga duración. Se convierten en nuestra “forma de ser”, no solo en una reacción temporal... En lugar de permitir que “cosas” negativas capturen nuestros corazones, debemos hacer lo que Jesús hizo y enseñó.

¿Está olvidando el ejemplo de Jesús? Para mí es fascinante que Jesús, nuestro maestro, era realista. Él no llamó a quienes lo siguieron a vivir en negación o a esconder las cabezas en la arena. Al contrario, en todos los evangelios, Jesús confrontó problemas. Reconoció las feroces tentaciones del diablo y el poder controlador del pecado que obra en el mundo... Llamó a sus discípulos a estar “en el mundo” y no obstante no ser “del mundo”; en otras palabras, a no estar gobernados por los sistemas malignos del mundo o por las tendencias humanas.

 

 

Aline Mello: Aquí hay una pregunta para comenzar: ¿Cuál ha sido tu experiencia en momentos de angustia? ¿Puedes identificarte con lo que dice el Dr. Stanley acerca de las emociones negativas que pasan de ser temporales a permanentes?

Jamie A. Hughes: Perdí a mi abuelo hace cinco años, y hay días en los que sigo haciendo las cosas de rutina sin pensar en realidad en mi dolor. Y luego hay días, cuando las cosas están agitadas en nuestra familia o en el mundo, que lo extraño tanto que eso me duele hasta de forma física. Pasé por todas las fases del dolor como era de esperar, pero hay días en los que tengo arrebatos de rabia, incluso después de todo este tiempo.

Sandy Feit: He descubierto que la preocupación puede afianzarse y volverse cada vez más fuerte, hasta que se convierte en “lo que somos” en nuestras respuestas a las situaciones difíciles.

 

John VandenOever: Me resulta difícil recordar momentos de angustia. Desde luego, me he sentido abrumado, pero esas suelen ser situaciones temporales y limitadas. Sé que algún día lidiaré con algunas realidades muy duras, como la muerte de un ser querido cercano, y creo que Dios siempre me está preparando a través de las cosas más pequeñas.

Jamie: La muerte de un ser querido nos afecta por completo. Trae consigo todas las emociones negativas, ¿no es así? Miedo, dolor, rabia, tristeza. También la impotencia, porque sabemos lo descontrolados que estamos.

Sandy: Puedo darme cuenta por la respuesta de John, que él ha estado en esto del cristianismo por mucho tiempo. Yo, como alguien que llegó a la fe en la edad adulta, tenía muchas respuestas programadas de miedo y preocupación de las cuales tenía que deshacerme o dejar que Dios trabajara en mí.

John: Es cierto, he sido cristiano desde que era joven. Pero no diría que mi vida ha sido más fácil. Sé mucho de preocupación y de ansiedad pero por cosas pequeñas.

Sandy: No, nunca es más fácil. Pero se vuelve más normal cuanto más “acostumbrados” estemos a la manera del Señor Jesús.

John: El domingo pasado, mi esposa y yo escuchamos una maravillosa lección de nuestro pastor sobre la preocupación. Sentimos que nos calmó y transformó. Después llegamos a casa, y el aire acondicionado no funcionaba. ¡Tendrías que haber visto lo rápido que aparecieron la preocupación y la ansiedad! Hacía cinco semanas que lo habíamos arreglado. Comencé un pequeño declive.

Así como hay muchas cosas que Dios nos llama a hacer, que nosotros mismos no podemos hacer con nuestras propias fuerzas, llevar todo pensamiento cautivo es algo posible a través del poder del Espíritu Santo.

Sandy: Gran parte de lidiar con las emociones negativas es llevar todo pensamiento cautivo, como dice 2 Corintios 10.5. ¡Y eso requiere práctica! Tenemos que volver a entrenar nuestros instintos y someterlos a la verdad que aprendemos en la Palabra de Dios. Puede ser extenuante lograr la victoria sobre esos patrones de conducta, porque ellos están arraigados con profundidad; algunos comienzan como instintos en la niñez (miedo, pánico). Pero, así como hay muchas cosas que el Señor nos llama a hacer, que nosotros mismos no podemos hacer con nuestras propias fuerzas, llevar todo pensamiento cautivo es algo posible a través del poder del Espíritu Santo.

John: Me parece útil adoptar una perspectiva amplia. Dar un paso atrás y reconocer que Dios conoce el problema. De hecho, Él ha ido por delante en el camino todo el tiempo.

Él me ha preparado para ello. Es una oportunidad para poner en práctica lo que he estado leyendo y con lo cual he estado conforme. Nada nos toca fuera de su plan. Y Él tiene reservados nuestro bien y su gloria.

Sandy: Sí, estamos en el mundo, pero no somos de él. Y eso requiere instrucción, práctica y destrezas —rara vez solo una vez, a menudo se repite a lo largo de la vida, y cada vez más aumenta el desafío o se profundiza un poco más la lección. Y cuanto más “venga” Dios en nuestra ayuda, más crecerá la fe, y más podremos esperar nuevas “oportunidades” para ejercer nuestra confianza fortalecida.

John: Como personas que han perdido a seres queridos muy cercanos, ¿cómo se sintieron ustedes preparadas?

Sandy: No me sentí preparada.

Jamie: Yo tampoco.

John: ¿O al lidiar con una enfermedad, Jamie?

Jamie: Nada puede prepararlo a uno para eso. No podemos evitar que nos noquee por un tiempo, pero luego debemos procesar la manera como vamos a lidiar con la situación, cómo vamos a vivir nuestra vida lo mejor que podamos a la luz de la pérdida.

Quien diga lo contrario, en mi humilde opinión, está mintiendo.

A veces, quedarnos con algo que nos incomoda es la manera de provocar un cambio verdadero. Solo cuando eso nos saca del estupor hacemos algo. En vez de poner la emoción a un lado, de etiquetarla como indeseable, tal vez deberíamos enfrentar y luchar con las emociones negativas durante un tiempo.

Luchar con las emociones no es el problema. Solo al enfrentarlas y aceptarlas las entenderemos mejor a ellas y a nosotros mismos. Sin embargo, muchos cristianos solo quieren apartar los “malos sentimientos”. Aceptar solo ciertas emociones empobrece nuestra fe y nuestro testimonio cristiano.

Sandy: Uno de los propósitos de las emociones negativas es ser una marca en el camino, para que podamos ver qué tan lejos hemos llegado.

Jamie: Bueno, como respuesta a esta parte de la cita: “No hay culpa en sentir estas emociones. Son parte del sistema incorporado de advertencia divina para nosotros que nos permite actuar para buscar protección o la preservación de la vida. Son como una reacción “lucha o huye” ante lo que percibimos nos está amenazando. Toda persona siente en ocasiones momentos de preocupación, pánico o temor. El error llega cuando aceptamos estas emociones, ya sea con los brazos abiertos o de mala gana, y permitimos que se queden y encuentren gradualmente un lugar de apoyo en nuestros corazones”. Lo que estoy pensando es que luchar con las emociones no es el problema. Solo al enfrentarlas y aceptarlas las entenderemos mejor a ellas y a nosotros mismos.

Sin embargo, muchos cristianos solo quieren apartar los “malos sentimientos” y volver al equilibrio religioso. Creo que eso también puede ser un problema. Aceptar solo ciertas emociones empobrece nuestra fe y nuestro testimonio cristiano.

Sandy: Algo que noto una y otra vez es cómo el Señor Jesús no menospreciaba a las personas por pensar incorrectamente o por sentirse mal. Más bien, se encontraba con ellas en la situación en la que estuviesen y con mucha gentileza las hacía mejorar. Miremos cómo responde a Tomás, no con desprecio o impaciencia, sino comprendiendo su naturaleza humana, la forma en la que Tomás estaba programado.

Lo mismo ocurrió con otras situaciones que debían ser superadas: las ideas preconcebidas sobre el pasado deshonroso tan arraigado de la mujer samaritana; la amenaza que veía Nicodemo a su reputación; la ingenuidad de los discípulos y pequeña visión del poder del Señor Jesús... Él se ocupaba de las personas en la situación en la que estuviesen, y luego les mostraba el camino a seguir.

Jamie: Cuando una persona está pasando por algo, ¿cómo podemos reconfortarla con el consuelo con el que nosotros hemos sido consolados, si no nos hemos quedado con la emoción el tiempo suficiente para procesarla y ser consolados después de un tiempo?

Hay una película que me encanta llamada Siempre tú y yo (Young at Heart). Frank Sinatra interpreta a un abatido personaje llamado Barney, y en cierto momento él dice: “Hablar de mi mala suerte es la única diversión que tengo”. Esa es la definición de regodearse en la auto conmiseración. La persona se deleita o se siente reconfortada abriendo sus viejas heridas y volviendo a mirarlas. Pero la pérdida no es algo que podamos minimizar. El dolor forma parte de este mundo, y es necesario experimentarlo si queremos amar a nuestros prójimos.

Sandy: Me sumerjo en la autocompasión cuando me vuelvo a la parte “pobre de mí” de la viudez. Pero es un duelo saludable cuando trato de ver lo que Dios tiene en mente para mí a través de ella. No significa que la deteste menos, sino que me enfoco en los aspectos positivos y futuros de mi viudez.

Jamie: Pienso mucho en eso al recordar a mi abuelo, Sandy. Lo lloro, por supuesto, pero tengo que afrontar el hecho de que él ya se ha ido. Alguien tiene que emularlo, tomar acción y atender la necesidad que surja. Estoy tratando de aplicar lo que él me enseñó en virtud de quien él era (no de manera ostensible). Y hay crecimiento gracias a su ejemplo. Nunca habría tenido que hacer ese duro trabajo si él todavía estuviera aquí.

Cuando me enteré de que yo estaba enferma, al principio me costó mucho aceptarlo. Al fin y al cabo, nunca había estado enferma antes, nunca había tenido una alergia ni un hueso fracturado. Se me rompieron los esquemas. Me di cuenta de que si seguía intentando “volver a las cosas de siempre”, eso no iba a funcionar. No había vuelta atrás. Y si seguía intentándolo, si seguía lamentando esa pérdida, iba a quedarme atrapada para siempre en la frustración y la tristeza.

No me malinterpreten. Hay días en los que vuelvo a tener esos sentimientos, pero en general, he incorporado la enfermedad a la nueva normalidad. Me ha moldeado de una manera que nunca podría haber hecho el estar bien.

Sandy: En el Antiguo Testamento, Dios sigue diciendo a los israelitas que recuerden lo que Él había hecho por ellos; creo que eso también se aplica a nosotros. Y creo que esa es una de las razones por las que el Señor Jesús hizo milagros parecidos más de una vez (alimentar a miles, resucitar a muertos, curar la ceguera). Tenemos que recordar, ensayar y apoyarnos en el granito de fe que podamos tener hasta ahora.

John: Eso me hace pensar en esta parte de la cita del Dr. Stanley: “Para mí es fascinante que Jesús, nuestro maestro, era realista. Él no llamó a quienes lo siguieron a vivir en negación o a esconder las cabezas en la arena. Al contrario, en todos los evangelios, Jesús confrontó problemas.”. El Señor Jesús enfrentaba los problemas.

Sandy: Seamos realistas: comprender la verdad espiritual no es algo natural. Empezamos a hacerlo como seres tan solo físicos, y para comprender la vida nos basamos en lo que podemos ver, tocar, medir. A lo largo de la niñez, la enseñanza refuerza ese enfoque del método científico: probar las hipótesis mediante la experimentación y demostrar con resultados reproducibles.

John: Eso es poderoso —la manera del Señor Jesús.

Sandy: Pero, aun así, los discípulos debían estar acostumbrados a pensar de forma concreta, práctica. El tipo de pensamiento de: A + B + C = D. Y así como todos tuvimos que recibir instrucción, práctica y destrezas para aprender cómo funciona la vida física, también tenemos que ser instruidos, entrenados y ejercitados en cómo funciona la vida espiritual. Y para cualquiera de nosotros que tenga hijos, sabemos que explicar o demostrar las cosas una sola vez no suele ser suficiente. Así que, incluso después de ver al Señor Jesús alimentar a una gran multitud una vez, necesitaban verlo de nuevo.

Cuanto más me ayuda el Señor a mí, más espero que vuelva a hacerlo. ¡Y Él lo hace!

 

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