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¡Adelante, cristiano!

Los problemas están garantizados en esta vida, pero el encargo de Dios permanece: Sigue adelante.

Charles F. Stanley 7 de febrero de 2023

No puedo aguantar más. ¿Cuánto espera Dios que soporte? ¿Por qué no me ayuda?

¿Alguna vez se ha sentido usted así? Presiones en el trabajo, problemas familiares, problemas en la iglesia, problemas de salud, conflictos relacionales y aprietos económicos: la lista de dificultades abrumadoras es interminable. Es difícil ver una luz al final de un túnel oscuro, y ni hablar de comprender cómo podría usted caminar hacia ella en victoria. ¿Dónde puede encontrar la fuerza para seguir adelante cuando está tan agotado?

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Es una bendición que Dios nos dé una promesa asombrosa: “Los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán” (Isaías 40.31 LBLA). Este versículo no se refiere solo a la debilidad física. El agotamiento emocional puede ser aún más aplastante. Cuando estamos exhaustos, una buena noche de sueño suele renovar nuestras fuerzas, pero el cansancio emocional puede agotarnos por completo. Entonces aparecen los temores y las dudas: ¿Cómo haré frente al día de mañana? Señor, ¿dónde estás?

Así es justo como se sentían los israelitas cuando el Señor habló por medio del profeta Isaías: “¿Por qué dices, Jacob, y afirmas, Israel: Escondido está mi camino del Señor, y mi derecho pasa inadvertido a mi Dios?” (Isaías 40.27).  A veces nuestras circunstancias nos hacen sentir que el Señor se ha olvidado del todo de nosotros. Si somos sus hijos, ¿no debería Él salvarnos de problemas y hacer que nuestras vidas sean agradables y fáciles? No siempre.

A veces nuestras circunstancias nos hacen sentir que el Señor se ha olvidado del todo de nosotros.

Esta actitud indica que estamos olvidando que el sufrimiento y las dificultades son parte de la vida, incluso para los creyentes. Cuando Adán y Eva eligieron obedecer a Satanás en lugar de a Dios, las consecuencias del pecado envolvieron al mundo entero, y nadie está exento. Aunque el Señor sigue siendo soberano sobre su creación, ahora lleva a cabo sus planes perfectos en el contexto de un ambiente caído.

La clave de la victoria en las dificultades se encuentra en responder de manera apropiada a ellas, no en tratar de escapar. Cualquiera puede seguir adelante cuando se le quitan las cargas, pero quienes confían en el Señor en medio de las dificultades, perseverarán. Pero este tipo de confianza radical solo es posible cuando conocemos el carácter de Dios y entendemos sus propósitos.

Sepa quién es Dios

Isaías describió al Señor como el Dios eterno y Creador, quien nunca se cansa y cuyo entendimiento es inescrutable (Isaías 40.28). Entonces, consideremos cómo estos atributos divinos pueden aumentar su confianza en Él al atravesar por problemas. Mientras que usted solo ve sus necesidades inmediatas, Dios tiene una perspectiva eterna de su situación. Porque Él es su Creador, ha hecho planes para su vida, y se están llevando a cabo con rigor a través de cada circunstancia que se le presenta. Además, Él nunca le pierde de vista, porque usted está siempre en su mente. Y, por último, Él es omnisciente, lo que significa que sus razones para permitir pruebas en su vida pueden estar más allá de su comprensión, pero siempre son correctas y están destinadas para su beneficio.

Mientras que usted solo ve sus necesidades inmediatas, Dios tiene una perspectiva eterna de su situación.

En el mismo capítulo, Isaías describió al Señor como un pastor que cuida, reúne y conduce con sutileza a sus ovejas (Isaías 40.11). Aquí vemos la grandeza del amor y la misericordia de Dios. Él cuida y provee para nuestras necesidades, nos sostiene cuando estamos demasiado débiles para caminar, y nos guía con sutileza cuando no sabemos a dónde ir. Todas estas cualidades deberían motivarnos a confiar en Él.

Entienda lo que Dios está dispuesto a hacer

Si alguna vez usted ha tenido la tentación de rendirse o de quejarse al Señor, tal vez no comprenda cuánto desea Él ayudarle. “Él da fuerzas al cansado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor” (Isaías 40.29). Dios nunca quiso que dependiéramos de nuestras propias fuerzas. Es por eso que a veces nos llevará a tiempos de debilidad, para mostrarnos que necesitamos sustituir nuestras fuerzas terrenales por su poder celestial. Ya sea que usted necesite fuerza física o emocional, Él puede restaurarle con su divina energía.

Espere en el Señor

Puesto que Dios tiene todo el poder que podríamos necesitar, y desea compartirlo con nosotros, debemos entender cómo aprovecharlo. Isaías nos dice que la clave es “esperar al Señor” (Isaías 40.31). Eso es quizás lo último que usted quiere escuchar cuando está agobiado y abrumado. ¡Quiere alivio, no demora! Sin embargo, esperar en el Señor no es lo mismo que esperar el final de una temporada difícil en la vida.

Si alguna vez usted ha tenido la tentación de rendirse o de quejarse al Señor, tal vez no comprenda cuánto desea Él ayudarle.

La palabra hebrea traducida como “esperar” conlleva la idea de esperanza y expectativa. Dado que no sabemos de manera automática qué esperar de Dios o cómo va a obrar en nuestra vida, necesitamos pasar tiempo con Él, decirle lo que sentimos y centrar nuestra atención en las Sagradas Escrituras para comprender lo que desea realizar en y a través de nosotros. Luego debemos escuchar en silencio y con espera confiada en su respuesta. Al confiar en sus promesas, nuestra ansiedad será reemplazada por su paz.

Quizás el mejor ejemplo que he visto de alguien que sabía vivir en la fortaleza de Dios fue una mujer llamada Bertha, con quien serví en una conferencia. Aunque tenía 97 años, esta exmisionera en China trabajaba sin cesar durante la semana, orando por las personas, hablando con ellas hasta altas horas de la noche y levantándose temprano a la mañana siguiente para hacerlo todo de nuevo. Después de un día bastante largo y agotador, regresé cansado al centro de convenciones y vi a Bertha, que seguía trabajando. Le pregunté: “¿Cómo se mantiene usted en esto todo el día, todos los días?”. Ella sonrió y respondió: “No estoy usando mis energías. Lo hago con la fortaleza del Señor”.

En aquel momento, en realidad no entendí muy bien lo que ella quiso decir, pero sabía que era algo que yo necesitaba aprender. Con el tiempo, Dios me lo mostró, pero no aprendí la lección de manera fácil: aprendí a través del fracaso. Tenía la idea de que el Señor y yo podíamos conseguir cualquier cosa, y me dediqué a servirle. De lo que no me daba cuenta era de que lo estaba haciendo según mi plan y con mi propio poder, no con el de Él. Durante un tiempo eso pareció funcionar, pero con el tiempo, el Señor me dejó de lado. Durante tres meses, fue como si me hubiese puesto en un “tiempo muerto” para llamar mi atención. Y durante ese tiempo, aprendí que no podemos esperar trazar nuestro propio curso, pensando que Dios vendrá a ayudarnos si nos metemos en un lío. Él da fuerzas para las cargas que permite, no para las que asumimos nosotros mismos sin tener en cuenta su voluntad.

Mientras estuve fuera de acción, experimenté la verdad de Gálatas 2.20, y eso transformó mi vida: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. La única manera de seguir adelante en tiempos difíciles es dejar que Cristo viva en nosotros. Cuando se nos agotan las fuerzas  y aceptamos la verdad, es decir, que Él nos sostendrá pase lo que pase, podemos lograr lo que sea que estemos llamados a hacer.

El Señor nunca promete escudarnos de los problemas, pero podemos estar seguros de que si tenemos que correr, Él nos fortalecerá en el camino. Y si el camino es largo, nos ayudará a recorrerlo sin desanimarnos. Cuando esperamos en Él, creyendo que es capaz y que está dispuesto a venir en nuestra ayuda, todo es posible.

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